con otro maullido la gata ladea la cabeza, mirndo con ojos inteligentes a la chica del interior de la casa. Con salto agil, se cuela por la ventana y aterriza sobre el suelo, como si no hubiese querido ensuciar el marmol. Se acerca a la chica y pasa su cabeza por las piernas de ella, a modo cariñoso.